Las tortugas son consideradas actualmente como los vertebrados más amenazados (Turtle Taxonomic Working Group, 2012). Dentro de ellas el género Terrapene es considerado como uno de los más propensos al declive. Esto se debe a que en muchas de las especies y subespecies, la distribución es puntual y los estudios en cuanto a movilidad de las especies del género son bajas (Brown, 1968), o no se ha evaluado, por lo que se tiene un pobre conocimiento para plantear estrategias para su conservación.

Aunado a lo anterior los factores biológicos como su crecimiento y madurez sexual tardía, la baja tasa de sobreviviencia de individuos juveniles, así como las pequeñas camadas, generan mayor susceptibilidad ante los cambios ambientales. Por lo que la fragmentación de hábitat y el cambio en la cubierta vegetal, puede provocar una baja en la variabilidad genética de las poblaciones (Gray, 1995; Edenhamn et al., 2000; Kuo y Janzen, 2004). Lo que puede dar lugar a un aumento en las tasas de endogamia (Andersen et al., 2004).